lunes, 19 de abril de 2010

El Indio Arbolito


Durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, como es de público conocimiento, se había decidido exterminar a toda las tierras pampeanas habitadas por pueblos originarios (más específicamente, los ranqueles). Entre los principales encargados de esta misión, se encontraba Rauch, un oficial europeo (que anteriormente había participado también en las campañas de Martín Rodriguez, junto a Juan Manuel de Rosas).
Durante la "Batalla de Las Vizcacheras", en el año 1829 (ya en gobierno de Rosas), el Coronel Rauch fue atacado por un jefe ranquel, de nombre Nicasio Maciel, a quien apodaban "Arbolito", debido a que su pelo le permitía camuflarse entre los árboles.
Rauch fue lanceado por Arbolito, quedando sin posibilidad de defenderse. Más tarde, Nicasio acabaría con él decapitándolo y vengando así la muerte de tantos dueños de esas tierras.

Muchos historiadores han contado este suceso, pero quien tuvo la valentía de llevar un proyecto para que se modifique el nombre de la ciudad de Buenos Aires (General Rauch) y pase a llamarse "Arbolito", fue Osvaldo Bayer, quien debido a esta idea manifestada en una charla en el año 1963 en aquella ciudad, fue privado de su libertad.
Osvaldo cuenta:

"Yo voy a dar la charla a la biblioteca popular del pueblo. Cuento toda esta historia que es de una crueldad tremenda, hay documentos donde este fulano habla con un desprecio total por los ranqueles. Y eso que ya existía el libro de Mansilla -Una excursión a los indios ranqueles- donde se habla muy a favor de los indios. En el Archivo General de la Nación se conserva uno de los partes de este coronel europeo donde dice: «Hoy economizamos cartuchos: degollamos a 26 ranqueles». Bueno, cuando termina la conferencia, yo le sugiero a la gente que vote, que haga algo así como un plebiscito para cambiar de nombre al pueblo, el de este genocida Rauch por el tan simpático de Arbolito. Entonces yo vi que la gente casi huyó, para no decir el término bien porteño de rajó, y sólo quedaron dos de la primera fila aplaudiendo de compromiso. Y en esta vida hay que estar bien informado antes de decir algo. Porque cuando volví a Buenos Aires, me metieron preso. ¿Por qué? Porque el ministro del Interior de la dictadura gobernante en ese momento, era el general Juan Enrique Rauch, biznieto de aquel coronel prusiano. Fui a parar directamente al Departamento Central de Policía, a disposición del Poder Ejecutivo ya que había Estado de Sitio. Al segundo día a las cinco de la mañana -estoy tirado en el suelo del segundo piso, rodeado de centenares de presos y con un frío tremendo-, entra un oficial y grita mi nombre. Cuando me paro y me identifico me dice: «Usted va destinado a la cárcel de mujeres». Imagínense los demás presos, me miraban como diciendo «y este tipo quién será». Soy muy amigo de las feministas y considero la lucha por sus derechos, pero cuando ya ponen en duda la virilidad… Yo le pregunté, muy cabrero, por qué tenía que ir a la cárcel de mujeres, pero el tipo no sabía, el papelito no le aclaraba nada, entonces inventó: «¡Porque usted no merece ir a una cárcel de hombres!» Bueno, más me miraron los demás presos. ¿Qué se habrán imaginado? En fin, me trasladaron a la cárcel de mujeres de Riobamba, estuve allí 63 días preso; y para hacer un resumen general de la situación, debo decir que no la pasé tan mal…"

La valentía, el coraje y la dignidad de este indio, fue homejeada por la banda de folk-rock "Arbolito", nacida en el año 1997, y que cuenta en la actualidad editados 6 discos.
"Arbolito" busca fusionar el rock con ritmos folklóricos argentinos, como la zamba y la chacarera, conservando así las raíces de nuestras tierras y defendiendo los derechos de todos aquellos pueblos originarios que sufrieron (y siguen sufriendo) el genocidio, exterminio y la marginación.


viernes, 2 de abril de 2010

Tamara Haydée Bunke Bider


En la tarde del jueves 31 de agosto de 1967 declinaba la vida -tan intensa como efímera- de Tania la Guerrillera. Con tal apelativo pasó a la historia Haydée Tamara Bunke Bider, cuyo apego a los ideales de redención humana la condujeron a la lucha en tierra boliviana, donde transitó a la heroicidad y al martirologio.

Aquella muchacha de origen alemán había nacido en Argentina el 19 de noviembre de 1937. Entonces sus padres, Erich y Nadia, recibían felices a su segundo hijo: una niña hermosa, fuerte y saludable, cuyos ojos azules ya revelaban una vivacidad y energía sorprendentes. En esa porción del Sur americano, el matrimonio alemán Bunke Bider había encontrado refugio de las persecuciones fascistas. Allí transcurrió la niñez de Haydée Tamara, al calor de una familia amante de la libertad y de la justicia social.

No hubo escenario más propicio para forjar el carácter de la pequeña Ita, moldeado por la jovialidad latinoamericana y la tenacidad europea. Buenos Aires conoció de sus juegos infantiles, su pasión por el deporte y la música folclórica del continente que acogió a sus progenitores y le dio una patria grande.

Muy temprano incursionó, junto a su hermano Olaf, en las conversaciones familiares acerca de temas tan serios como revolución y comunismo. Ya entonces hacía gala del sentido de discreción y sensatez que siempre la acompañó. Su inteligencia y capacidad de entendimiento le abrieron las puertas para acometer múltiples empresas. Se paseaba con elegancia por los salones de las lenguas españolas y alemana y con igual donaire se expresaba en Ruso o en Inglés.

Llegó a Cuba guiada por un amor increíble hacia la Revolución y con el deseo de aprender de ella todo lo necesario para el trabajo emancipador en su suelo natal. No sólo ofreció el aporte intelectual, como traductora e intérprete, sino que vivió en la Isla cual una más de sus hijas, comprometida sin reservas con el naciente proyecto sociopolítico. A todo cuanto realizaba, Tamara le imprimía altas dosis de pertinacia, energía y optimismo.

Alegre, sencilla, versátil, fue al mismo tiempo, profunda, modesta y diligente en el trabajo. Tania la Guerrillera constituyó la personalidad que encarnó para llevar adelante la obra de mayor envergadura en su existencia: integrarse a la lucha revolucionaria en Latinoamérica. Su vida se transformó para siempre, dejó de ser la Ita mimada de sus padres, para convertirse en la mujer combatiente, capaz de anteponer a los sueños juveniles, las ansias de liberación nacional en un continente sufrido y explotado.

Aquél día de agosto, el grupo guerrillero al cual pertenecía había sido emboscado, por la delación de unos desertores. Su delgada figura, de largos cabellos claros, impresionó a los soldados, que con estupor la vieron avanzar en la columna y la escucharon conminarlos a rendirse.

Fue la penúltima en penetrar las corrientes del Río Grande. Portaba su mochila, pantalón de camuflajes, botas algo grandes para sus pies y una desteñida camisa con rayas verdes y blancas. El agua casi le rozaba las caderas cuando se escucharon los primeros disparos. Alzó los brazos para zafarse la ametralladora y disparar, pero una ráfaga le quebró el pulmón y su cuerpo inerme fue arrastrado por la corriente.

Su deceso causó desconcierto y dolor entre los compañeros de la guerrilla e impresionó al continente por las pruebas de desinterés y apego hacia la raza humana emanantes de su figura. Los restos de Tania, identificados y trasladados a Cuba en 1998, reposan en un mausoleo en la ciudad de Santa Clara, junto a los del Che y otros guerrilleros.

“La admiración va creciendo por la estatura moral de la combatiente y, al propio tiempo de ese ejemplo personal se desprenden y consolidan, de manera indirecta, los principios de una ética, de una conducta. “No se trata de un conjunto de normas abstractas, impuestas desde a fuera, sino del pleno acuerdo entre la conciencia individual y los requerimientos de la acción revolucionaria. La solidaridad nace de sentirse parte del sufrimiento de otros, del combate y el sacrificio de todos. Surge espontánea cuando se toman las armas para responder a una amenaza directa. Indispensable y más profundamente arraigada tiene que estar en el combatiente solitario instalado en un medio hostil, obligado a llevar a toda hora, una máscara, vigilante siempre de los demás y de sí mismo. Ese duro aprendizaje fue el de Tania.

“No sólo el de las técnicas de la inteligencia, sino el saber aprisionar su verdadera personalidad, asumir otro nombre, lo que significa comportarse en toda hora de manera diferente. En medio de esa terrible soledad, el espíritu se mantiene, cuando se sabe que ese aislamiento es circunstancial, que otros en la distancia prosiguen en formas diversas el mismo combate.

“Internacionalismo revolucionario no es etiqueta que corresponda al aventurero, sediento de nuevas experiencias. Nace de un profundo arraigo, como el de Tania en el recuerdo de su Argentina natal, de un genuino rechazo de la explotación, como el de Tania renunciando al camino seguro que le brindaba la República Democrática Alemana ((RDA), al trabajo creador en la Cuba revolucionaria recién descubierta, al amor y la amistad posponiendo sus proyectos personales por acudir allí donde otros hombres necesitan redención”, escribiría en 1999, Graziella Pogolotti.

“¿Nada será mi nombre alguna vez?”, había apuntado Tania tiempo antes de morir. Más de cuatro décadas después, su nombre es símbolo de amor, tenacidad, arrojo y consagración a la batalla por la libertad y el bienestar de la humanidad.



Fuente: http://www.5septiembre.cu/index.php/historia/648-haydee-tamara-bunke-bider-un-nombre-consagrado-a-la-humanidad-